Posted by : Cristhian lunes, 23 de febrero de 2015



Son cuatro las cosas que principalmente debe tener presentes un católico: dos de ellas para defender su fe; las otras dos para aprovechar las riquezas infinitas de nuestra Santa Religión. 

Para defender su Fe debe saber: 

1- que la Religión Católica no es una imposición arbitraria.

2- por qué la Católica es la mejor de todas las religiones. 

Y para aprovechar las riquezas infinitas de ella, debe saber estas otras dos cosas: 

3- que debemos conservarnos en Estado de gracia.

4- que debemos hacer Buenas Obras.

1- La Religión Católica no es una imposición arbitraria. 

Una de las calumnias contra la Religión Católica, más socorridas por sus enemigos, es que el Catolicismo es una imposición arbitraria, o como ellos generalmente dicen, que impone sus dogmas a la fuerza. 

Es así de la mayor importancia tener presente que el Catolicismo no es una imposición arbitraria porque afirmando lo contrario sus enemigos logran indisponer contra de él a no pocas personas, pues nada es más lógico que revelarse contra cualquiera imposición arbitraria, ya que el hombre es un ser irracional que se debe a sí mismo, a su naturaleza, a su dignidad, a su objeto, la obligación de no aceptar como cierto y legítimo sino aquello que es verdadero y para saber lo que es, necesita conocer las pruebas de su verdad. 

Pero salvo teniendo un desconocimiento absoluto de lo que es una imposición arbitraria y de las enseñanzas de la Religión Católica, puede hacérsele creer a alguien que ella impone sus doctrinas a la fuerza. 

Imponer algo a la fuerza es querer que sea aceptado sin dar las PRUEBAS de su verdad, sin dar a conocer las razones para aceptarlo y nada más contrario que esto cuando se trata de las enseñanzas de la Religión Católica; ya San Pablo decía que el culto que debemos rendir a Dios es RACIONAL (Ron. XII, l); y San Pedro: "Estad siempre pronto a dar satisfacción a cualquiera que os pida RAZON de las esperanzas o Religión en que vivís" (1 Ped. 11,15), y palabras de S.S. León XIII son las siguientes "De tal manera presenta la iglesia y hasta en superabundancia, pruebas de la verdad de sus enseñanzas que conocemos por medio de la fe, que bastaría la razón para aceptarlas". 

Pretenden los enemigos de la Religión, que ella impone sus dogmas a la fuerza, porque enseña que quien no los acepte será castigado después de la muerte en el infierno; pero el que la Iglesia enseñe las consecuencias que trae negar sus dogmas. No quiere decir que los imponga a la fuerza, ya que presenta además, insistimos, LAS PRUEBAS de la verdad de lo enseñado. 

Y tales pruebas forman la APOLOGETICA, que es la Ciencia que defiende la Religión Católica, demostrando sus fundamentos científicos, la verdad de sus enseñanzas, la falsedad de los ataques de sus enemigos,y la falsedad de las religiones falsas. 

Mira lector querido: instrúyete en Apologética; adquiere un manual de ella en cualquier Librería Católica, por ejemplo en la Librería de San Ignacio, Calle Donceles No. 105. Allí puedes encontrar la de Boulanger, la de Devivier, o la Religión Demostrada por Hillaire, o lee simplemente los Folletos E.V.C. Nos. 317 ó 15, y ya sabrás confundir a quien quiera que te diga que el Catolicismo es una imposición arbitraria, que impone sus enseñanzas a la fuerza. 

2-Por qué la Católica es la mejor de todas las religiones.

La religión Católica no es una de tantas religiones como pretenden los que afirman que todas las religiones son buenas, lo que lleva a la idea de que todas ellas son igualmente buenas y que por tanto lo mismo da pertenecer a la Religión Católica que a cualquiera otra. 

La diferencia entre la Religión Católica y las demás religiones es infinita, ella brilla entre todas como brilla el sol entre cocuyos. 

Para darse cuenta de la excelencia del catolicismo !obre las demás religiones hay que tener presente que el fin de todas ellas es llevar al hombre a cumplir con los deberes que con Dios y con el prójimo tenemos, es decir, llevarlo a ser bueno y mediante esto hacerlo feliz, tanto en esta vida, como en la otra. 

Ahora bien: la Católica es la mejor de todas las religiones porque ninguna otra como ella llena este fin, pues: 

- ninguna otra como ella nos ANIMA a ser buenos, 

- ninguna otra como ella nos ENSEÑA a ser buenos,

- ninguna otra como ella nos AYUDA a ser buenos.

Ninguna otra religión como la Católica nos ANIMA a ser buenos. 

La Religión Católica nos ANIMA a ser buenos, dando por fin principal a todas nuestras actividades a toda nuestra vida, el máximo, el más alto de todos los fines. LA GLORIA DE DIOS. 

Pero como para saber aquilatar esto se requiere cierta preparación en Religión, que no es muy común, vamos a considerar su fin SECUNDARIO, que es mucho más accesible a todo el mundo: 

-Hacemos el bien para que seamos felices tanto en esta vida como en la otra. 

-Consiste la bondad no solamente en no hacer ningún mal sino hacer el bien. 

Ahora bien: el catolicismo nos aparta no solamente de hacer algo gravemente malo, anunciándonos que si lo hacemos, recibiremos un castigo tremendo, eterno, en la otra vida, sino que nos aparta también de las menores faltas dándonos a conocer que aún la menor que hagamos recibirá un castigo tremendo también, aunque temporal, en la otra vida, en el Purgatorio. 

Y nótese que ni aún las mejores de las religiones falsas admiten la existencia del purgatorio, por lo que sus adeptos no tienen por qué evitar cometer faltas leves, ya que no creen que recibirán ningún castigo por ellas, del que por cierto nunca, podrán librarse. 

- Y nos anima a hacer el bien, a hacer Buenas Obras, prometiendo a cada una de las que hagamos una recompensa cien veces mayor en esta vida y otra Divina en la otra por toda la eternidad. 

Ninguna otra Religión como la Católica nos ENSEÑA a ser buenos. 

Si las religiones procuran enseñar a los hombres a ser buenos, el Catolicismo nos ENSEÑA a ser no solamente buenos, sino Santos, presentándonos una moral sobrenatural, que exige, entre otras muchas cosas: absoluta castidad al soltero; que prohibe: el control de la natalidad, el divorcio; que exige: restituir lo robado; que no sólo prohibe la venganza, sino que quiere que devolvamos bien por mal, que amemos a nuestros enemigos, etc.

Es la Moral del Catolicismo tan santa, que tanto los católicos ignorantes como los adeptos de otras religiones, la encuentran imposible de ser llevada a la práctica ni aún por los Ministros de Dios, por lo que afirman que éstos deben casarse. 

Ninguna otra religión como la Católica nos AYUDA a ser buenos. 

Y puede el catolicismo esperar que sus fieles guarden tan Santa Moral, Porque les proporciona, con sus Medios de Santificación, de los cuales los principales son LOS SACRAMENTOS, riqueza exclusiva de ella, el auxilio espiritual que se requiere para poder llevarla a la práctica. 

Sólo quien no se ha dado cuenta de la excelencia de los SACRAMENTOS, de la ayuda tan grande que nos proporcionan para ser buenos, puede creer que no le sea posible al hombre guardar la Moral sobrenatural de la Religión Católica. 

Queda pues establecido que la Católica es la mejor de todas las religiones: porque ninguna otra como ella nos ANIMA, ni nos ENSEÑA, ni nos AYUDA a ser no solamente buenos, sino santos. 

Las otras 2 cosas que debe saber un católico para aprovechar las riquezas de nuestra Religión son las siguientes:

3-Qué debemos conservarnos en Estado de Gracia. 
Debemos conservarnos siempre en Estado de Gracia porque sólo en ese estado podemos agradar a Dios y aprovechar las riquezas infinitas de nuestra Religión. 

Para poder entender esta última razón, es necesario darse cuenta de cuáles son estas riquezas:¿ qué es la Gracia? y ¿qué es el Estado de Gracia?

¿Cuáles son las riquezas infinitas de Nuestra Santa Religión?

Las riquezas infinitas de Nuestra Santa Religión son los Auxilios Espirituales, más propiamente llamados Medios de Santificación, de los cuales los principales son: la MISA, la DOCTRINA y los SACRAMENTOS. 

¿Qué es la Gracia?
LA GRACIA es el don sobrenatural que Dios gratuitamente nos concede en el Bautismo, por los méritos infinitos de N.S. Jesucristo que haciéndonos participantes de su divinidad, nos eleva del reino humano al Reino Divino y nos capacita para la Vida Eterna. 

Entender bien lo que es la Gracia, es de importancia capital para saber estimar y aprovechar nuestra Santa Religión, pues bien puede decirse que la Gracia es privilegio exclusivo de, ella, su incomparable riqueza. Desgraciadamente explicarlo requiere mayor espacio del que aquí disponemos, pero está tratado, con amplitud necesaria en el Folleto E.V.C. No. 165. 

¿Qué es el Estado de Gracia?
Generalmente se dice que el Estado de Gracia es no tener pecado mortal en la conciencia, lo que da una idea muy pobre de este maravilloso Estado. No tener pecado mortal en la conciencia es la condición indispensable para que un bautizado esté en Estado de Gracia, pero no es este Estado, que no es negativo, sino plenamente positivo, pues no consiste en no tener algo malo, ni siquiera en tener algo bueno, sino en tener TODO, vivir la Vida de Cristo, la Vida de Dios, llevar a Dios en nosotros presente, viviente, santificando, divinizando nuestra alma ... 

Entramos a este Estado, o sea a la Vida de la Gracia, al ser bautizados, se pierde por el pecado mortal, se recupera con el Sacramento de la Confesión y se incremento haciendo buenas obras, especialmente recibiendo la Sagrada Comunión. 

Si no estamos en estado de Gracia, repetimos, no podemos aprovechar los méritos de la Redención, es por esto que tenemos que tener especial cuidado de conservarnos en este Estado no ofendiendo a Dios y yendo a confesamos tan pronto como hayamos caído en algún pecado grave. 


4- Por qué debemos hacer Buenas Obras. 
Debemos hacer Buenas Obras porque mediante ellas agradamos a Dios, se aumenta la Gracia en nosotros y aprovechamos las riquezas infinitas de Nuestra Santa Religión. 

El Estado de Gracia, válganos la comparación, nos abre una cuenta de ahorros en el Banco del Cielo y cuanta Buena Obra hacemos es como un depósito en oro que aumenta nuestra cuenta. Católico que no procura incrementarla es como si no fuera católico, pues está desperdiciando todas las Riquezas Divinas que pone a su disposición Nuestra Santa Religión. 

Apliquémonos pues a hacer Buenas Obras y para ello comencemos con distinguir entre lo que en lenguaje vulgar se entiende por buenas obras y lo que se entiende por Buenas Obras en Religión. 

¿Qué son las Buenas Obras?
Hablando en lenguaje vulgar se distinguen 3 clases de Obras: las malas, las buenas, que son las que hacen bien al prójimo y las indiferentes que no son ni buenas ni malas. En Religión se llaman Buenas Obras toda obra buena en sí o indiferente que, estando en Estado de Gracia, hacemos con la intención de agradar a Dios. 

Así pues en Religión para que una Obra sea Buena no se requiere que sea buena en sí, pero en cambio se requieren dos condiciones:

- que sea hecha en Estado de Gracia; 

- que se haga con la intención de agradar a Dios, o dicho de otra manera: por Amor de Dios, en Honor de Dios, en Servicio de Dios, etc. 

Ahora bien, notemos esto: como Dios es infinitamente justo con nada se queda, de modo que si estando en pecado mortal se hace una Buena Obra, El la recompensará, la premiará, pero con premio HUMANO, dando en esta vida a quien la hizo una felicidad equivalente a la Buena Obra hecha. 

Pero si estando en Estado de Gracia, hacemos una Buena Obra con la intención de agradar a Dios, de servirlo, Él nos dará en está vida un premio 100 veces mayor y una recompensa DIVINA en la otra y por toda la eternidad ... 

Las 3 clases de Buenas Obras. 
Aunque como hemos dicho, en Religión toda Buena Obra se hace con la intención de honrar a Dios y que por el dogma de la Comunión de los Santos, toda Buena Obra aprovecha no solamente al que la hace, sino también al prójimo, se distinguen tres clases de Buenas Obras: 

- Las que tienen por objeto directamente a Dios, tal la Oración, la celebración de la Santa Misa, la recepción de los Sacramentos. 

- Las que tienen por objeto a uno mismo, por ejemplo: Instruirse en Religión, la penitencia, la Santificación del trabajo, y asistir a Misa. 

- Las que tienen por objeto el prójimo, que son muchas, entre ellas las Catorce Obras de Misericordia. 

Explicación amplia acerca de estas 3 clases de Buenas Obras, se da en el Folleto E.V.C. No. 444 del Curso Superior E.V.C. de Religión por correspondencia. 

Las Buenas Obras en Honor de Dios. 
Las Buenas Obras que tienen por objeto directamente a Dios son indispensables en la vida del cristiano, para cumplir con la obligación que tenemos de honrarlo. 

Al efecto debemos orar, pues orar es hablar con la palabra o el pensamiento, con Dios para adorarlo y desagraviarlo o con El, la Virgen o los Santos, para darles gracias, y pedirles beneficios, cuidando, cuando hablamos con Dios, de pedirle hacer su voluntad y no que El haga la nuestra. 

Debemos asistir a Misa y no solamente cuando es de precepto, pues es mediante ella que se nos aplican los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Los fieles que no van con frecuencia a Misa es porque no han entendido su valor infinito. 

Y debemos, en fin, recibir con frecuencia los dos Sacramentos de la Confesión y la Comunión, pues nada nos une tanto a: Dios como recibir la Sagrada Eucaristía y nada como ella y la Penitencia, nos ayudan a conservarnos en Estado de Gracia. 

Es por esto que los cristianos que cuidan debidamente de la suerte de su alma, se confiesan cada 8 o 15 días y comulgan diariamente.

Las Buenas Obras en Provecho Propio. 
Entre las Buenas Obras que debemos hacer en provecho propio, indudablemente que la más necesaria y mejor es INSTRUIRSE EN RELIGION, porque no podemos amar debidamente lo que no conocemos y es la Instrucción Religiosa la que nos hace conocer a Dios y es también ella la que nos enseña lo que debemos evitar para no ofenderlo, y las Buenas Obras que debemos hacer para agradarlo

Mencionemos también entre las Buenas Obras que debemos hacer en provecho propio, la Penitencia, que no consiste necesariamente en las austeridades en tomar disciplina y usar silicios, sino simplemente en vivir arrepentidos de nuestros pecados, y procurar desagraviar a Dios por ellos. 

La Penitencia no es necesaria para conservarnos en Estado de Gracia, pues quien sinceramente se arrepiente de haber hecho algún mal, no fácilmente, vuelve a hacerlo; la mejor penitencia que podemos hacer, es ofrecer a Dios las contrariedades, trabajos y penas del día en satisfacción de nuestros pecados. 

Y en fin, una Buena Obra meritísima que podemos hacer en provecho propio es santificar el trabajo, es decir, hacerlo como si fuera N.S. Jesucristo la persona para quien trabajamos. 

El cristiano que sabe aprovechar su Religión todo cuanto hace lo hace con el fin de agradar a Dios y de esta manera aprovechar todos los minutos de su vida, para asegurar su felicidad eterna, pues hace de ella Una fuente de agua viva que mana sin cesar dentro de él hasta la vida Eterna (J. IV). 

Las Buenas Obras en Provecho del Prójimo.
Hacer Buenas Obras en provecho del prójimo, es indispensable en la vida del Cristiano, claramente Nuestro Señor nos dice que son ellas las que nos merecerán una sentencia favorable el Día del juicio, pues que al hacerlas al prójimo, es a Él a quien las hacemos y que a los que no las hagan, les dirá en ese tremendo día: tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; estaba desnudo y no me vestisteis; estaba enfermo y en la cárcel y no me visitasteis, pues cuando no hicisteis esto a uno de mis pequeños, fue a Mí a quien no lo hicisteis y que por esta causa los condenará al infierno diciéndoles: Apartaos de mí, malditos id al fuego eterno (Mat. XXV, 41). 

Ni qué decir que la mejor obra que podemos hacer en bien del prójimo es ayudarlo a conocer mejor Nuestra Santa Religión y a aprovechar sus infinitas riquezas, las principales de las cuáles son los SACRAMENTOS. 

PARA TERMINAR .
Con lo expuesto, aunque muy brevemente, han quedado tratadas las "Cuatro cosas que debe tener presente un católico" que es el tema de este Folleto y han sido también expuestas las 3 clases de Buenas Obras que debe hacer un buen cristiano; pero no queremos terminar sin hablar de esa máxima virtud que nos lleva a practicar dichas Obras: LA CARIDAD.

LA VIRTUD DE LA CARIDAD. 
¿Qué es la Caridad? Esta virtud de la que tanto se habla y que es tan mal entendida, pues desgraciadamente es tenida por muchos en el restringido y secundario concepto de la limosna que se da a uno que otro necesitado. 

La caridad tiene una envergadura mucho más amplia que ésta, pues ella es Amor, pero no ese amor egoísta de los mundanos, que hasta sacrifican a la suya la felicidad de aquel a quien dicen que aman, ni siquiera tampoco el amor abnegado pero NATURAL que sacrifica el bien propio por el bien ajeno, como el amor de una madre por su hijo. La Caridad es un amor infinitamente superior, es un amor SOBRENATURAL que tiene a Dios por principio y por objeto, que nos lleva a amarlo a El sobre todas las cosas, a amar al prójimo en Dios y a amarnos en Dios a nosotros mismos. Es amar como ama Dios como nos ama Cristo. 

La caridad es la reina de las virtudes. Da como fruto las Buenas Obras que siempre en honor, para Gloria de Dios, tienen ya a El por objeto inmediato, ya al prójimo, ya a nosotros mismos. 

Consideremos la Caridad bajo estos 3 conceptos:

La Caridad para con Dios.
La Caridad con Dios nos lleva a verlo en todas las cosas, a no hacer nada que pueda desagradarle, a hacer todo cuanto hacemos con la intención de agradarlo, en su honor, para su mayor Gloria. 

En la página 8 ya expusimos las principales Buenas Obras que tienen a Dios por Objeto inmediato. 

La Caridad con el prójimo. 
La Caridad con el prójimo es amor sobrenatural, es amarlo en Dios amarlo como nos ama Cristo. 

La Caridad nos hace ver en cada prójimo, a un hermano, un hijo de Dios; en cada pobrecito, en cada niño, en cada desvalido, en cada necesitado la imagen. del mismo Jesucristo que nos dijo: En verdad, os digo, que lo que hicisteis uno de estos mis más pequeños hermanos, conmigo, lo hicisteis (Mat. XXV, 40). 

La Caridad con el prójimo nos lleva a desear y procurar el bien aún de nuestros enemigos, a hacer Buenas Obras en su provecho; y esto es de máxima importancia, pues como ya dijimos, son las Buenas Obras que hayamos hecho en provecho del prójimo, las que nos valdrán una sentencia favorable el día del juicio. 

La Caridad consigo mismo. 
Quiere la Caridad que nos amemos a nosotros mismos, pero que nos amemos en Dios, es decir, insistimos, como Dios quiere que nos amemos, como nos ama Cristo. 

Ella requiere que cuidemos de nuestro cuerpo evitando todo cuanto pudiera perjudicarlo: exceso en las comidas, en las bebidas, procurar conservarlo sano, etc.; quiere que. lo respetemos como templo vivo que es del Espíritu Santo. 

Y quiere la Caridad que cuidemos nuestra alma evitando todo cuanto pueda mancharla, conservándola en Estado de Gracia y quiere que hagamos Buenas Obras para acrecentar la Gracia en ella.

Las mejores Buenas Obras que podemos hacer en bien propio, son repetimos: 

- instruirnos en Religión, 

- recibir la Sagrada Comunión, 

- la Penitencia, ofreciendo a Dios las penas y contrariedades del día en satisfacción de nuestros pecados, 

- el Servicio de Dios santificando nuestro trabajo,

- sobre todo la más importante de ellas: EL APOSTOLADO 

esa máxima obra que hacemos a la vez en honor de Dios, en bien propio y en provecho del prójimo. 

Y que gracias a la E.V.C. todos podemos practicar, tanto cuanto queramos, a lo que estamos obligados pues el Santo Concilio Vaticano II nos recordó que todos los seglares al recibir el Bautismo fuimos hechos Apóstoles de Cristo. 

Apóstol es así tanto quien escribe estas líneas como quien las está leyendo y eso, practiquemos o no el Apostolado, del mismo modo que quien recibe el título de médico, será médico ejerza o no la medicina. 

Mas ¿cómo podremos practicar el Apostolado sin tener los profundos conocimientos en Religión, que para ello se requieren? muy fácilmente: proporcionando al prójimo alguna lectura que lo lleve a afirmar y a aprovechar nuestra Religión, que lo libere de los errores que lo apartan de ella, que le dé a conocer su incomparable excelencia. 

Y procurarle algo que leer da mucho mejor resultado que entrar en discusiones de palabra, para las que se requiere una gran preparación y con la que difícilmente se saca al prójimo de su error, pues fácilmente se agrian los ánimos y nuestro interlocutor, más bien que en considerar lo que le decimos, pone su pensamiento en lo que ha de alegar en su defensa.

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